Capítulo 1: Alejandro
Un 7
de enero de 1982 Alejandro fue recibido por el mundo como un bebé especial para una
madre primeriza y que apenas tocaba los 20 años de edad. Creció en un hogar
típico venezolano donde se suelen reforzar los valores sociales y el amor por
la familia que se reúne para envolver hallacas en diciembre. Su adolescencia
fue mas tortuosa, dejó su país por un padre exiliado que siempre quiso volver a
Chile. Durante ese tiempo de cambio hormonal y sin querer fue tomado como ejemplo a seguir, lo que
supone una cantidad de “NO” a cualquier inquietud: “¿Mamá me puedo hacer un
tatuaje?” NO, “¿Puedo ponerme un
piercing?” NO, ”¿Puedo dejarme el cabello largo? NO, “¿Puedo irme de carrete (rumba) con mis
amigos del colegio?” SI, pero a las 11 estás aquí….(La rumba comenzaba a las
10).
Ya
casi al final del liceo llegaron los días del caos, el típico proceso de padres
que se divorcian pero con el plus de un papá que se convirtió es un psicótico
hombre de ego y orgullo desquebrajado por no entender como una venezolanita de
los Valles del Tuy fue capaz de decirle a él, un hombre de dinero y mundo “NO
me vas a joder más la vida ni a mi ni a mis hijos”.
En
ese momento la venezolanita se convirtió en la heroína de los 3 hermanos, a
pulso y con inquebrantable constancia sacó adelante a esos muchachos en un país
al que no pertenecía y tampoco le importaba pertenecer, sin embargo con mucha
claridad pudo ver que en ese lugar podría brindarle oportunidades únicas a sus
hijos que desafortunadamente en su querida Venezuela no les podría ofrecer.
Finalmente
el destino llevó a Alejandro a estudiar Periodismo, graduarse, trabajar,
rumbear, joder, recontra joder, echar una jodidita más por si acaso, encontrar
el amor de su vida al cual creía inexistente por distintas razones filosóficas,
casarse y continuar preparándose para los múltiples retos que el propio destino
le fue presentando. A estas alturas ya la mamá venezolanita no lo acompañaba en
sus regaños a causa de un cáncer inclemente que al final logro su cometido.
En
definitiva y a grandes rasgos se podría decir que el Ale es un buen muchacho
que ha entendido que por más difícil que se pongan las cosas, a veces la
diferencia entre vivir la vida y que la vida te viva a ti está en la actitud
que se elija para transitar ese camino.
Capítulo 2: Ricardo
Este
personaje no recuerda muy bien su infancia así que nos podemos saltar algunas
líneas, de adolescente casi adulto contemporáneo fue de los que sufrió la
crisis del “tengo que hacer hoy lo que no pude hacer en su momento” por lo que
fue surfista, rumbero, runner, futbolista, baterista, rustiquero, rockero,
viajero y hasta recientemente banquero.
Ricardo,
debo decir con conocimiento de causa, que por más divertida que suena su corta
vida no termina de aceptarse, y no me refiero a algo sexual, tiene que ver con
algo más del individuo.
Su
patrimonio no es demasiado amplio, en su haber cuenta con algunos bienes:
carro, bicicleta, celular, cursos, casa, ipad, ipod, macbook, ropa, cuentas bancarias,
etc etc.
Como
evento particular y digno de destacar está el haberse casado recientemente por
el civil, sin lugar a dudas este momento marca en su vida un comienzo lleno de
expectativa, felicidad y compromiso ante el futuro por venir.
Ricardo
no parece ser una mala persona, si bien se conoce poco de su vida por ser muy
reservado, de vez en cuando se le ve pensativo y preocupado de lo que sucede a
su alrededor y de cómo mejorarlo para hacer de su corto pasado un ejemplo de
cómo construir un largo futuro.
¿Alter ego?
La
gran verdad de esta historia, como ya deben saber es que tanto Alejandro como
Ricardo son la misma persona, soy yo. Un venezolano protagonista de una
historia que solo en un país como este podría ocurrir; esta novela, mi novela,
no tiene ciegos que recobran la vista, paralíticos que se paran de su silla o
pobres que se hacen ricos gracias a una herencia. Aquí les presento a un joven
que tiene dos nombres [insertar música de suspenso de la novela Marimar]. Y no
primero y segundo nombre, les estoy hablando de dos identidades distintas:
Ricardo Enrique y Alejandro Enrique.
La
cosa es que fui presentado dos veces, si dos veces, no olviden que Venezuela es
el país de lo posible, y sucedió así porque mi papa biológico me presentó
contra la voluntad de mi joven madre para esa época y años después, mi ya no
tan joven madre dejó que quien fuera mi padre de crianza también lo hiciera,
pero con el nombre que ella quería para mi, Alejandro. Este arroz con mango del
que hasta el día de hoy padezco fue posible gracias a tres cosas:
1-En Venezuela no hay ningún tipo de orden en los
registros.
2- Mi mamá fue muy inocente.
3-Mi padre de crianza es un gran &%%$”$, al
biológico ni lo conozco.
Déjenme
decirles que a estas alturas no envidio ni un poquito a Superman, aunque podía
volar no sé como hacia para vivir siendo el héroe y Clark Kent (Que ahora que
lo pienso también era periodista).
Lo
más grave de todo este cuento es que todo pudo haber salido bien si mi papá de
crianza no se hubiese vuelto loco después de que mi mamá lo mandara a seguir un
mejor camino y como acto de venganza a ella, él me quitara la paternidad a mi.
(Si en Venezuela una papá puede decir que ya no es papá si le da “pal café” a
las personas correctas).
En
definitiva tuve que ir a un largo juicio en el que se trató de explicar lo que
ni yo mismo entiendo y como yo no le di “pal café” a nadie me dijeron que me
pueden seguir diciendo Alejandro, como nombre de pila, mantengo el mismo número
de cédula pero para los trámites legales debo ser Ricardo….Si, sé que suena
algo rebuscado, ilógico, burocrático y hasta estúpido. Pero es verdad.
¿Y
por qué estoy echando este cuento? Como se dieron cuenta esta novela de la
talla del escritor Martín Hahn es complicada de explicar y no muy agradable de
contar, por lo que se me ocurrió que a todos los futuros chismosos que les
encanta vivir y burlarse de los
acontecimientos ajenos, desde hoy en lo adelante cuando se me acerquen con más
preguntas que un detective de CSI los podré mandar al mismísimo……..blog, quise
decir blog y así me ahorraré tiempo de tener que relatar un drama que no me paga
royalty. Así que si estas leyendo esto porque yo te mandé para acá, creo que
debes ocuparte un poco más de tus asuntos y menos en el de los demás, de todas
formas te agradezco por sumar sin ningún tipo de rencor por mi parte una visita
más en “Pienso, luego escribo”.
Nos
leemos en una próxima entrada, cuídense mucho.-
Alejandro
y Ricardo